La cara de angustia, terror, desesperación, miedo de esta mujer minutos antes de su muerte lo explica todo. Está siendo semienterrada dejando la cabeza al descubierto para ser lapidada.
La lapidación consiste en enterrar hasta el pecho a un ser humano con vida, quitándole todas sus defensas, sin posibilidad de movimiento, las manos están atadas a la espalda. A continuación, tienen la “bondad” de cubrir la cara de la condenada con una tela para que no vea “su muerte”. Es cuando la muchedumbre avisada por el jefe de lapidación, se dispone a matar lentamente a la acusada, recibiendo cientos o miles de pedradas en la cabeza.
Aunque parezca mentira, estas prácticas no propias de los derechos humanos se siguen realizando en países de África, Asia y Oriente Próximo. El 12 de septiembre de 2007 encontramos una noticia escalofriante. La persona que le dio la vida a Ahmed Hachen, su madre, fue lapidada por su propio hijo. Esto ocurrió en Agadir (Marruecos) porque según Ahmed era “inmoral” y no era “buena musulmana”. Increíble pero cierto. Mahoma estaría orgulloso de él.
Otro caso muy sonado por los medios de comunicación fue el de Amina Lawal, una nigeriana acusada de adulterio que fue salvada gracias a las firmas en red recogidas por Amnistía Internacional. Después de volver a vivir dijo: "Yo no quiero que muera nadie lapidado, pero es Alá el que decide por nosotros."
El matar de esta manera o de cualquier otra no es humano, es una práctica de salvajismo o de animales. En esta de asesinar no existen los sentimientos, prima la cobardía y matan sin dejar defenderse.